30 años de la creación de la revista fundada por Julio SchererCómo nació Proceso
El 8 de julio de 1976 está marcado de forma indeleble en la mente de Julio Scherer García y en la memoria periodística de México, porque pudo haber significado el principio del fin del hoy ganado derecho a la información y de la conquista de mayores espacios en la libertad de prensa.a noche anterior al 8 de julio fue ocupado el salón donde se efectuaría la Asamblea de la Cooperativa Excélsior, previa violación de los cerrojos. Los guardias de los consejos se apostaron en el edificio de talleres situado en Bucareli y en los corredores de acceso al edificio de Reforma. Secretarias y personal de vigilancia, desde siempre provenientes de la gerencia, en esa ocasión fueron sustituidos por unos hombres con sombreros de palma que algunos llamaron Los Indios, tras de reclutarlos en los departamentos de encuadernación, reparto y servidumbre. Listones, brazaletes, sombreros distintivos identificaban entre ellos a los pelotones del 10 de junio de 1971.Hubo estricta prohibición a los cuerpos policíacos de la ciudad y de las procuradurías -local y federal- de intervenir, como bien quedó demostrado cuando la dirección general solicitó garantías contra la presencia de matones en las instalaciones de Excélsior y en las calles aledañas. Temeraria actitud asumida por órdenes del presidente Luis Echeverría, aunque previera a Julio Scherer al centro de un conflicto entre una fuerza armada frente a una asociación civil, como fue el caso.
El grupo de Díaz Redondo envió después a unos mediadores a la sala de redacción, donde estaban reunidos Scherer y su grupo para notificarles: a) la destitución de Julio Scherer García y Hero Rodríguez Toro, b) la suspensión indefinida de cinco compañeros cooperativistas (Arturo Sánchez Aussenac, jefe de redacción; Leopoldo Gutiérrez, secretario de redacción; Jorge Villalobos Villa Alcalá, director de la primera edición de Últimas Noticias; Arnulfo Uzeta, jefe de información del diario, y Ángel Trinidad Ferreira, cronista de asuntos políticos); c) el desalojo inmediato de la dirección y la gerencia, bajo la conminación de que, de no hacerlo, se usarían los medios de fuerza necesarios mediante la acción de grupos de choque; d) la exigencia a la redacción de acatar incondicionalmente las órdenes de Díaz Redondo y los suyos en la valoración y presentación informativa, así como en el contenido de los artículos editoriales.Mucha gente criticó que Scherer y sus seguidores hayan abandonado las instalaciones, pero Miguel Ángel Granados Chapa escribió que fue lo mejor, porque si no, hubiera habido muertos, y más tarde o más temprano "hubiésemos tenido que salir del periódico. Y nos fuimos a la calle".Fue definitivo el lenguaje del atropello. En un simple memorándum, Díaz Redondo señaló:Porque el texto de la plana 22 de la primera sección de Excélsior, en la edición de hoy jueves 8 de julio, contiene un ataque a los intereses de Excélsior, Compañía Editorial, S.C.L., y beneficia exclusivamente los intereses de los señores Julio Scherer G. y Hero Rodríguez Toro, los consejos de administración y vigilancia, así como los miembros de las comisiones de Conciliación y Arbitraje y de Control Técnico decidieron ordenar que no se publique la página y que ésta aparezca también en blanco en señal de enérgica protesta.No sé dónde, quizá sólo en Excélsior en esos días, pudiera repetirse una confesión tan vergonzosa: silenció Excélsior una denuncia en defensa de sus intereses, cuando no hay interés más alto en un diario, el que sea, que abrirse a la discusión pública en los asuntos de interés general. Para el presidente Echeverría, candidato al Premio Nobel de la Paz en esos días de julio, movilizados sus partidarios para obtener el reconocimiento del Parlamento sueco a su tarea, todo ello careció de interés.
Un sueño, una realidad
Los últimos días de Julio Scherer en Excélsior se entrelazan con los primeros días de la planeación de Proceso, de manera que no hay sorpresa en la identidad de relatos o en el parentesco de las historias, pues éstas se hermanan al hablar de las circunstancias que rodearon aquel 8 de julio de 1976, las cuales dieron origen a los sueños de esta nueva publicación, ante la necesidad de responder al desafío oficial de silenciar una voz o apabullar una vocación periodística.Una tarde de la tercera semana de julio de 1976, organizada por el escritor Fernando Benítez, tuvo lugar una reunión en Los Pinos con el presidente Luis Echeverría, recuerda Manuel Becerra Acosta hijo, en su libro Dos poderes.Si se hubiera consumado tal petición, Proceso se hubiera quedado en el limbo de los sueños.
Así nació
Hace 30 años exactamente eran los días de confusión e incertidumbre entre el grupo de amigos que habían respaldado a los compañeros entrañables que dejaron el edificio de Reforma 18 y comenzaban a concretar proyectos inmediatos para continuar su exitosa carrera.Scherer trazaba ya su plan de semanario fincado en el antiecheverrismo. Confiaba en la ayuda del próximo Presidente, su primo lejano José López Portillo, que le había ofrecido una cita para el 2 de diciembre (un día después de su toma de posesión). "Ese día tendrás lo que necesites", le dijo.Scherer narra que CISA-Proceso fue creada el 2 de agosto de 1976, y como tal, Comunicación e Información, S.A. de C.V. (CISA) concentraba todos sus afanes, 23 días después del golpe contra Excélsior. CISA fue la agencia de noticias que motivó a Scherer y su equipo para enviar a los periódicos de provincia las notas y los cables informativos más importantes recopilados y obtenidos por sus reporteros. "Representó un primer impulso, definitivo, en el nacimiento de Proceso".6 Como bien dice Becerra Acosta, la solidaridad se manifestó de una manera por demás significativa, pues a partir del 19 de julio, más de mil personas adquirieron acciones de 500 pesos cada una. También lo hicieron centenares de artistas plásticos que aportaron sus obras -pinturas, cerámicas, esculturas, fotografías- para que, subastadas, el producto de la venta engrosara el capital de CISA. La subasta, dirigida por Raquel Tibol, se efectuó el 25 y 26 de septiembre en la casa-museo David Alfaro Siqueiros, con notable éxito artístico y económico, según relata Rafael Ocampo en el número 46 de la Revista Mexicana de Comunicación,8 dedicada a conmemorar los 20 años del semanario.La empresa fue creada en forma semejante a una cooperativa: a cada socio se le vendía una cantidad específica de acciones y sólo los directivos de la misma poseían poco más de 40%, lo que les permitía decidir el rumbo de la misma.A partir de entonces y durante cinco años diez meses, proporcionó servicios informativos a más de 50 suscriptores en el interior de la República, incluidas varias radiodifusoras y diarios tan arraigados como El Dictamen, de Veracruz; La Opinión, de Torreón, y El Porvenir, de Monterrey.Dirigida por Francisco Fe Álvarez, CISA se constituyó en baluarte del nuevo periodismo en México. El consejo de administración de ese entonces (1976) estaba constituido por Julio Scherer García, presidente; Hero Rodríguez Toro, vicepresidente; Samuel I. Del Villar, tesorero; Jorge Barrera Graf, secretario. Y vocales: Abel Quezada, Vicente Leñero, Adolfo Aguilar y Quevedo y Miguel Ángel Granados Chapa.Mientras tanto, Manuel Becerra Acosta hijo se enfrascaba en la planeación de Unomásuno y Octavio Paz, de Vuelta, la revista de poesía y crítica político-literaria que hiciera olvidar a Plural. Julio no tenía otro objetivo que Proceso. Los tres medios serían fruto del mismo parto violento; tendrían un origen común.El momento llegó, y el propio protagonista lo revive así en Estos años: Amigos inseparables pensaron que no debía abandonar un esfuerzo común, me vistieron de general, me prendieron algunas medallas y me llevaron al frente de un proyecto que era sobre todo de ellos: una prensa sin lastre de la dependencia. Estratega de una guerra que no podía librar, exangüé como me encontraba, cumplí con la única tarea a mi alcance: di la cara y aparecí con nombre y apellido en la portada de Proceso.A varios de los iniciadores de la aventura magnífica les hablé entonces de mi ánimo quebrado. Me presentaba a las reuniones de trabajo resuelto a hacer sentir mi entrega por la tarea. Algunas noches, camino al piso 10 de Dinamarca y avenida Chapultepec que José Pagés Llergo había puesto a nuestra disposición, miraba hacia las altas ventanas con la esperanza de encontrarlas apagadas.11 Las tareas de organización de la agencia y de la revista no estuvieron exentas de dificultades. La más burda -se dijo en el primer número de Proceso- consistió en la tentativa de procesar judicialmente a Julio Scherer García, como consecuencia de una denuncia calumniosa de Excélsior, y que luego de un mes de presentada, el director del semanario fue citado a comparecer dos veces, el lunes 25 de octubre y el lunes 1º de noviembre. Pero nada detuvo el surgimiento de la nueva voz rugiente. El 6 de noviembre nació Proceso -evoca su fundador- entre intimidaciones del secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia y el secretario de Patrimonio Nacional, Francisco Javier Alejo. Moya dijo que los hijos de Echeverría podrían vengarse de mis hijos. Alejo afirmó que el buen nombre del Presidente de la República implica la razón de Estado. Quedaba claro que no hay freno a la hora de velar por su prestigio. Otros problemas se agregaron a la tensión de esos días. Buscamos un taller que imprimiera la revista. Sólo Guillermo Mendizábal aceptó el compromiso. Las viejas máquinas de su taller harían el trabajo.12 Atrás quedaba el escozor producido en Scherer por una asamblea espuria de la Cooperativa Excélsior. Atrás quedaba la zozobra expresada a la fiel esposa: Sin energía, desangrado, anhelaba otra vida. Había hablado con Susana, enfrentada al porvenir como viniera. Sería profesor de medio tiempo en la UNAM y corresponsal de algún periódico de Europa o de Estados Unidos.13 Atrás quedaba Excélsior y el ofrecimiento del propietario de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, para que Scherer fuera director de "el gran diario de México", lo cual rechazó por falta de confianza en el joven magnate."El diario es tu vocación, no una revista", le insistía don Juan Sánchez Navarro, el ideólogo y líder de los empresarios mexicanos. "El diario es la vida, la revista la ve pasar. Acepta el ofrecimiento o te arrepentirás para siempre".La contestación de Scherer fue fulminante: "No hay alternativa para mí, Juan: Proceso o Proceso".14 Vicente Leñero platica lo que ya contó en Los periodistas:La primera portada iba a ser la carota de Echeverría, pero se armó un mini escándalo, no sé si paranoico, y nos dio miedo. Que el nombre de la "nueva revista" con Echeverría de foto iba a significar que queríamos "procesar a Echeverría". Mejor no. Alfonso Rodríguez Tovar, el diseñador y autor del logo original, éste con sombritas, resolvió (con letras) las cabezas que elaboramos Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa y yo, me parece. Eran malas cabezas; tibias cabezas, la verdad.Dicho logotipo de Proceso se mantuvo sólo hasta el número 26, cuando apareció en portada Fidel Velásquez, por sus 77 años de edad y 54 de líder sindical. Pero una vez asentado el éxito, la innovación del logo corrió a cargo de un despacho del arquitecto Gleason que -cree recordar Leñero- trabajó la propaganda del candidato del PRI, José López Portillo en su campaña de 1975-1976: La solución somos todos. "El nuevo logotipo nos gustó mucho", concluye Leñero. "Quizá para siempre".Sin embargo, el arranque no fue promisorio y las primeras dificultades aparecieron de inmediato. PIPSA, importadora única de papel en la República Mexicana -recuerda Scherer-, se negó a vendernos un gramo de las 15 toneladas que necesitábamos para lanzar a la venta los cien mil ejemplares del primer número. Enfrentamos un momento crítico. No tenía sentido para nosotros juzgar la obra del presidente Echeverría a partir del 1° de diciembre de 1976. Nos importaba el hombre del Palacio, no el hombre de regreso a su hogar. Nos resistíamos a nacer en el clima acogedor de un nuevo gobierno, protegidos por las reivindicaciones con las que todo régimen comienza. No queríamos las caricias del paternalismo. Viviríamos desde el día inaugural bajo el signo de nuestro nombre: abriríamos juicio al pasado -el presente es siempre el pasado- y contaríamos la historia del país hasta donde nuestra obstinación lo permitiera.Solidario en el momento decisivo, Alberto Peniche Blanco, gerente de El Heraldo de México, hurgó en las bodegas del periódico de la gente bonita. No correspondían las medidas de sus rotativas a las medidas de los armatostes de Mendizábal. De nuestra angustia dio cuenta a Fernando Canales, quien sin pensarlo dos veces, acudió en nuestra ayuda. Sólo me pidió un pequeño servicio el gerente de Novedades: que conserváramos bajo reserva un trato de amigos. Respeté su deseo casi diez años. Aún ahora me instiga, desinteresado: "Si crees que algo pudiera hacer por Proceso, avísame". Me lleva Fernando Canales a Francisco Carmona Nenclares, inolvidable maestro de filosofía ya fallecido: "Nada como la generosidad para abrirle a otro el futuro", decía con razón.15 Miguel Ángel Granados Chapa, también fundador, recuerda la presencia de un anónimo donante que contribuyó, él solo, con la tercera parte del capital con que se echó a andar la revista:Sé que deberíamos desvelar su identidad en señal de tardía gratitud, pero fue la firme decisión de ese generoso editor periodístico de Guadalajara que su nombre quedara reservado.Así lo dispuso no sólo por meritoria discreción sino para equilibrio de su conciencia. Al entregarnos su cuantiosa aportación, la mostró como una señal de protesta contra el golpe político asestado al periódico Excélsior por el presidente Echeverría. Pero declaró su distancia y diferencia con el talante periodístico del grupo que preparaba el semanario Proceso (pues el desprendido contribuyente era en extremo conservador), y por esa razón reclamaba no aparecer en ningún sentido relacionado con él. Así sea.16
Duro contra el gobierno
Desde su aparición ese 6 de noviembre se criticó abiertamente al gobierno: un amplio reportaje sobre el sexenio echeverrista y varios artículos criticando al Primer Mandatario fueron el debut del semanario, que ha mantenido la línea de enfrentamiento con el poder, número tras número, hasta su 30 aniversario. Por esa frecuente lucha -a veces visceral- durante las últimas tres décadas, la revista a sido criticada severamente por su fatalismo, por su catastrofismo, por su supuesto izquierdismo y por el énfasis que pone en remarcar solamente lo negativo de nuestra realidad política.En una ocasión, José López Portillo le retiró la publicidad oficial al grito de "No pago para que me peguen". Y en el último año del foxismo, el gobierno federal lo castigó con la misma medida: ordenó a las dependencias federales abstenerse de contratar anuncios en Proceso, por "venenoso, insultativo y amarillista".A cambio habrá que agradecerle su lucha incansable por descubrir lo que los poderosos siempre tratan de ocultar. Ese afán por el desenmascaramiento, finalmente, es lo que ha animado a los demás medios impresos -y ahora a la televisión- a elevar el nivel periodístico y a reafirmar el valor de los auténticos reporteros y analistas de México.En ese primer número -reeditado ahora con motivo de su trigésimo aniversario- aparece "De Excélsior a Proceso: lucha por la voz pública", donde se cuenta la relación puntual de los agravios que vivió Julio Scherer, meses antes, y de los primeros pasos para crear la nueva publicación. Por lo mismo es histórico un ejemplar del número 1, donde el editorial refiere:Esta publicación surge entre dificultades remontadas penosamente, al calor de la lucha por la libertad de expresión, lucha perenne entre la prensa que busca ser responsable y el poder que no se ciñe a la legitimidad.Este semanario nace de la contradicción entre el afán de someter a los escritores públicos y la decisión de éstos de ejercer su libertad, su dignidad. Estas prendas valen en tanto posibiliten el que a través de ellas se expresen los que no pueden hacerlo de otro modo. Como bien lo han entendido quienes de varias, emocionantes, maneras contribuyeron a su aparición, Proceso no sirve sólo al propósito -que en sí mismo resultaría menor- de dar voz a un grupo de trabajadores del periodismo. La tarea real de Proceso trasciende a los periodistas que lo hacen, en la medida en que asumen su compromiso con su tiempo y con su país.En el breve texto se aclaraba que Proceso no aparecía "sólo para combatir a un gobierno que vive sus últimas horas" y empeñaba su palabra de "contribuir a que la nación se conozca a sí misma para que a partir de su propia conciencia pueda delinear su porvenir justo y libre".Proceso -señala Rafael Ocampo- respondió desde el primer día a la expectación creada. El periodismo crítico e independiente que se originó en Excélsior, se desarrolló de manera notable y trascendió el espacio de las páginas editoriales. Los reporteros de la revista se empezaron a convertir en los personajes principales de una dinámica que ubicaba en el hallazgo, en el dato original, excepcional y, por ende, exclusivo, su razón de existir.Prueba de ello es que durante sus primeros números, la revista sólo publicó un editorial. Después, tal forma de expresión desapareció. El mensaje era claro: la posición de Proceso ante los hechos se definiría a partir de su trabajo informativo. Nada más.Los recursos y la imaginación se canalizaron poco a poco, pero de manera clara y firme, hacia reportajes de investigación y entrevistas amplias, profundas, que retrataran a los personajes más trascendentes en las distintas ramas de la actividad del país y del mundo. Esto, además, sobre la coyuntura, es decir, sin rehuir al compromiso de cuestionar donde más duele.
Bibliografía
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/RMC/rmc101/proceso.html
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